Hace unos días, estaba pasando por una situación muy difícil. Es cómo, si el sentido de la vida se hubiese perdido. Observaba la vida en tonos grises y la magia del color se fugó por la ventana de mi casa. Todo parecía, tan banal y cruel al mismo tiempo. Perdí el interés, todo se desdibujaba en la mezcla de monotonía y tristeza. A tal grado, que todo tenía un sentido etéreo.
Es precisamente, en ese instante de la vida que te das cuenta, que ya no hay fuerzas para seguir llorando. Simplemente, las lágrimas se resistían a brotar y te aferras a ellas, cuál escape del desespero. El alimento perdió su sazón, o quizá mi paladar no lograba distinguir los sabores. De hecho, la miel perdió su dulzura y los manjares del chef, dejaron de ser arte culinario. La cama y sus tentáculos blancos me retenían ferozmente. De alguna manera, lo percibía como un refugio destructivo. Sin embargo, allá a fuera, nada parecía tener sentido.
Contra mi voluntad, me despegué de sus tentáculos. Mientras tanto, mi rostro sollozante, derramaba las últimas lágrimas. En la ducha, mi voz interior gritaba ¡Tú puedes! ¡Claro que sí puedes! Sí, era una voz débil que procuraba encender la chispa de la vida… Al igual que mi vecino, procura arrancar su carcacha cada mañana.
Mi familia me llevo al terapeuta, era un señor con cara de pocos amigos. Por lo que pensé, que estar allí era una pérdida de tiempo. El terapeuta me evaluó. Sutilmente, me dio el diagnóstico, me explicó que adolecía de un caso de «depresión». Al instante, me dio un ataque de pánico…
—La mayoría de los individuos adolecen depresión y no lo saben— dijo el Terapeuta. Añadió, de hecho, yo también adolezco de esta condición; por supuesto, mi vida es completamente normal.
—¡Seguramente, lo dice para hacerme sentir mejor! — Exclamé, un tanto frustrado.
—¡No! Por supuesto, que no— me respondió.
Prosiguió a explicarme, con toda amabilidad, acerca de la depresión. Y de como muchas personas la adolecen; sin embargo, no son conscientes de ello, hasta que es demasiado tarde.
—¿Y cuándo es demasiado tarde? — pregunté, un tanto sobresaltado.
—Cuando el paciente necesita medicamento, para controlarlas— respondió.
Tomó el tiempo necesario, para darme las especificaciones y las diferentes maneras para aprender a canalizarla; evidentemente, utilizar aquellas técnicas a las que, de ser posible, se le pueda sacar provecho.
—¿Cómo puedo lograrlo? — pregunté, con mucho entusiasmo.
—¡Debes encontrar algo que te apasiona! — respondió.
—¡Humm…! ¿Y usted qué hace para controlarla? Pregunté, con mucha curiosidad.
Él me respondió, que lo que más le apasionaba era cantar, tocar la guitarra y el piano. Me confesó, que tenía un amigo que la canalizaba, escribiendo libros y otro amigo, haciendo Pódcast. Al final de la sesión, me llené de entusiasmo, es cómo si los grises desaparecieran; por supuesto, todo comenzó a tener sentido. De alguna manera, mi vida se llenaba de luz, al saber que ahora sí, podía enfrentarme al gigante. Ahora comprendo, que para vencer la depresión debo enfocarme en lo que más disfruto; desde ahora, la poesía, el arte y la pintura, serán el medio para canalizar la depresión. Permitiré, que fluya y trasforme en versos llenos de amor y sabiduría. Finalmente, aprendí una valiosa lección, debo ser amable con todos; ya que, desconozco las luchas internas que cada individuo lleva.
Anonimo.
01/11/2022